Travesía del Agua

Pedaleando por Galicia, la tierra de los más de mil ríos

Madrugamos y bajamos al río Miño callejeando por Lugo bajo una niebla fantasmagórica. A la altura del Club de Regatas accedemos al sendero fluvial, que seguimos unos metros, hasta que por la moderna pasarela peatonal de San Lázaro cruzamos el río.

Ya en la margen izquierda del Miño continuamos siguiendo la extensa y cuidada red de senderos que discurren paralelos al cauce; por tanto, disponemos de terreno compacto, ancho y con poco desnivel, perfecto para iniciar nuestra marcha a buen ritmo, dada la poca afluencia de usuarios que tiene un lunes a las nueve y media de la mañana.

Sea como fuere, hasta el kilómetro 11 no nos separamos del curso del río. Lo hacemos a la altura de la aldea de Ombreiro, donde nos adentramos por una senda rodeada de árboles autóctonos que le dan un aire de auténtico cuento de hadas.

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Saliendo de la ciudad de Lugo por los caminos que acompañan el Miño

Tres kilómetros después volvemos al encuentro del río por medio de unos senderos tan estrechos que nos hacen dudar de haber tomado la trayectoria correcta. Sí, el amplio curso del Miño nos reafirma de ello. Entonces encontramos un sendero paralelo al agua que parece deberse a pescadores. De cualquier manera resulta perfectamente ciclable y durante algo más de otros tres kilómetros nos permite pedalear con magníficas vistas, además de la tranquilidad del paisaje y un terreno firme. Por cierto, en este tramo hemos de echar la bicicleta al hombro para subir unas escaleras y traspasar una alambrada: nos encontramos muy cerca de Marcelle, un parque enfocado a educar para proteger la fauna silvestre y conservar la naturaleza.

Cruzamos de nuevo el Miño y nos separamos unos metros de la ruta para despedirnos de él, acercándonos a la presa del Piago. Estamos en el kilómetro 17.

Desde ese punto vamos rodando por pistas y caminos con encanto, alguna vez con pequeños -casi testimoniales- enlaces de asfalto. En el kilómetro 27 hacemos un pequeño desvío a la altura del parque de Penas de Rodas para admirar la singularidad de esos bolos graníticos, asentados sobre una pequeña base, lo cual hace que parezcan estar a punto de salir rodando.

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Los árboles son vida. Tenles cariño... Qué gran verdad

Ya en el kilómetro 32 llegamos a la localidad de Begonte, aunque no vemos las casas: nos adentramos en su Club Fluvial, para seguir la denominada “Ruta dos Caneiros”. Cuatro kilómetros siguiendo el río Ladra, que dejamos para unirnos al Parga sin solución de continuidad. Ya en el 50 pasamos a uno de sus afluentes, el Ladroil y posteriormente al Vega, con el que vemos las primeras casas de Guitiriz.

Estamos en el kilómetro 55, por lo que hemos dejado atrás 23 kilómetros no cerca, pegados a la corriente fluvial, con senderos sin intervenir, en los que apenas metemos la rueda de nuestra bicicleta y continuamente hemos de cambiar la trazada y la cadencia. Es decir, que las piernas ya van castigadas, pero los brazos aún más. Es el típico tramo que aborrecería alguien que viniera de la bicicleta de carretera y que sin embargo disfrutamos los que buscamos el encanto de lo auténtico: 

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Nos acercamos a Guitiriz por unas veredas encantadoras

paisajes atemporales, árboles centenarios, pasos delicados sobre piedras y raíces húmedas... Todo ello de forma contínua y sin nada que nos distraiga, salvo el dolor de brazos y manos debido a lo irregular del terreno..

Lo habíamos dejado en la entrada de Guitiriz; pues bien, nada más cruzar la antigua nacional sexta, giramos a la izquierda en una de las primeras casas. Accedemos al paseo fluvial del río Veiga, perfectamente acondicionado -en este caso, sí- con un firme regular de un metro de ancho, farolas, puentes de gran factura y tapas de alcantarilla sobreelevadas. El entorno, por suerte, hace que este tramo se realice con agrado y buscando cada cien metros una esquina para fotografiar. En el kilómetro 57 llegamos al fin de este tramo, en el área recreativa de Sete Muiños. Es el punto final a un recorrido de casi 20 kilómetros bautizado como “Ruta del Agua de Guitiriz”.

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Pedaleamos por caminos tan bonitos que parecen irreales

Entonces nos apartamos de la corriente fluvial y, bordeando la población por calles poco transitadas y caminos sin asfaltar, llegamos de nuevo a la antigua N-VI, que atravesamos de forma inmediata.

En este punto la fisionomía de la etapa cambia drásticamente: de repente aparecen amplias pistas forestales, con mayor o menor antigüedad, tan solo interrumpidas por algún sendero semicerrado y salpicaduras de asfalto. En unas de estas pistas, con aspecto de llevar “toda la vida” ahí, nos asalta la explotación cinegética de A Carballoa: una extensa valla de tres metros de alto, con alambre de espino, nos obliga a dar un rodeo por unos escondidos senderos cuyo recorrido y trazado nos llevó media mañana de trabajo de campo en su momento.

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El río Mendo también nos regala hermosas estampas

Más pistas no asfaltadas nos acercan al Monte do Gato, punto en el que enlazamos con el trazado de la Ruta del Agua que anualmente organiza el Club Caimanes de Betanzos y que enlaza primero con el cauce del río Mendo con un increíble sendero de tres kilómetros y medio, para subir después al macizo deA Espenuca y enlazar con el río Mandeo, que seguimos durante algo más de 6 kilómetros, hasta la entrada en la localidad de Betanzos. Este tramo resulta sobrecogedor por su belleza, y de hecho incluye el paso por el lugar de Chelo, declarado paisaje pintoresco ya en 1972.

Ya en zona urbana, hacemos una breve parada para beber y coger el pulso a la vida de su plaza principal, la Irmáns García Naveira.

Salimos por la carretera que sube para As Angustias

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Foto de entrada a Coruña: llegamos a El Temple y cruzamos el puente do Burgo

no sin antes detenernos a contemplar la magnífica vista de la ría de Betanzos que tenemos desde este punto.

Un poco de asfalto y caminos perdidos nos dejan a tiro de piedra con elembalse de Cecebre, que surte de agua a la ciudad de A Coruña. En su cola se inicia el río Mero, que, gracias a estar perfectamente acondicionado, nos permite llegar con comodidad hasta su desembocadura en la ría del Burgo usando un cómodo paseo que hemos de compartir con corredores, otros ciclistas, dueños de perros y muchos otros usuarios.

En la población de El Temple, reconocible por el puente do Burgo, continuamos por un carril bici situado en el Paseo Marítimo de O Burgo, y que muere en el Puente Pasaje, punto de entrada para la ciudad deA Coruña.